La fiesta del Chivo
Estilo y técnica
En «La fiesta del Chivo», Mario Vargas Llosa se muestra como un maestro de la arquitectura narrativa compleja, construyendo la novela como un tapiz polifónico donde pasado y presente se entrelazan en una sola trama dramática. El lenguaje de la obra está impregnado de detalles precisos y a veces duros, que transmiten la atmósfera de miedo y opresión de la dictadura, pero no carece de sutiles matices psicológicos. El autor utiliza con destreza los monólogos interiores, permitiendo al lector penetrar en los rincones más íntimos de las almas de los personajes, y la alternancia de diferentes planos temporales y puntos de vista crea una sensación de tragedia inminente. Llosa emplea magistralmente la retrospección, el contraste y el paralelismo, construyendo la narración como un laberinto complejo donde cada episodio resuena como un eco en los destinos de los personajes. La estructura de la novela recuerda a una fuga musical: los temas y motivos se entrecruzan, intensificando el dramatismo y la tensión, y el lenguaje, rico en metáforas e imágenes expresivas, convierte la crónica del horror político en una profunda exploración de la naturaleza humana y el poder.
