El niño pez
Estilo y técnica
El estilo de Lucía Puenzo en «El niño pez» se caracteriza por una delicada poesía y, al mismo tiempo, una contundente franqueza, creando una atmósfera de inestabilidad e inquietud. El lenguaje de la obra está impregnado de metáforas, imágenes de agua y luz que disuelven los límites entre la realidad y la fantasía, entre la vida y la muerte. La autora utiliza con maestría el monólogo interior, permitiendo al lector adentrarse en los rincones más íntimos de la conciencia de la protagonista, sentir sus miedos, deseos y culpas. La narración alterna recuerdos y presente, lo que otorga al relato una estructura fragmentaria y una dinámica cinematográfica. Puenzo entrelaza hábilmente la simbología en el texto: el agua no solo es un telón de fondo, sino un personaje en sí mismo, reflejando las metamorfosis internas de los protagonistas. Recursos literarios como motivos recurrentes, alusiones y un sutil juego de detalles crean una sensación de realidad inestable, donde cada palabra encierra un significado oculto. La estructura de la novela recuerda un flujo de conciencia, donde pasado y presente se entrelazan en un solo tejido, y la narración avanza no de manera lineal, sino ondulante, obedeciendo a la lógica interna de los sentimientos y los recuerdos.
